
José Tomás Boves apareció en la llanura venezolana y la tomó por asalto. Acabó con todo lo que había a su paso. Sólo un ejército de valientes y temerarios, en Urica, pudo ponerle freno a la locura desatada por la Bestia a Caballo, mote con el que era conocido el caudillo español.
En la FVF, pareciera haber quedado casi todo arrasado. El cataclismo de 2020, provocó la renuncia por problemas de salud de Laureano González, presidente del ente, se llevó por delante el proceso del DT anterior, Rafael Dudamel, por su tumultuosa relación con Jesús Berardinelli, luego fallecido en el fragor de una disputa que poco tuvo de deportiva, y mucho de turbulenta, para finalmente permitir el retorno de González a la Federación, ahora a cargo de una Junta Normalizadora supervisada por FIFA.
Sin hablar de un torneo venezolano suspendido desde hace meses, con sólo dos clubes con actividad por estar en competencias internacionales, y dónde comenzar, en un país donde falta de todo, parece una absoluta proeza.
Un panorama desolador en Venezuela
José Peseiro oteaba a lo lejos, desde Lisboa, aquel desolador panorama. Era, sinceramente, para salir corriendo. ¿Total? Jordi Cruyff, el hijo del mítico Johan, había hecho lo propio en Ecuador, cuando la federación meridional y su organigrama comenzaron a caerse a pedazos, a pesar de cacarear vientos de reconstrucción.
El portugués pudo haberse ido, después de que su plan original, para entrenar 25 días en Estados Unidos para la Copa América, con un amistoso contra Argentina (que tendría a todos, incluyendo a Lionel Messi) en Miami, se cayera por la pandemia mundial.
El Coronavirus lo obligó a trabajar desde casa. Literalmente, no había cancha, ni tiempo. Se hicieron comunes las llamadas por Whatsapp y Zoom a sus seleccionables. Se hacían esporádicas charlas con sus eventuales dirigidos sobre el estado físico, cómo estaban jugando, qué rol desempeñan en sus clubes. Un gestor, no un técnico. Desesperante. Su primer encuentro en una cancha con sus dirigidos se produjo apenas dos días atrás.
Era para tomar sus maletas e irse, cuando en medio de tanto escándalo, Berardinelli (QEPD) llegó a decir que el estratega era “la opción más barata”, o cuando el entorno comenzó a preguntarse si cobraba o no.
O era para dejarlo todo, cuando los clubes comenzaron a ponerle todas las trabas a sus jugadores, por el invento de Conmebol de comenzar a jugar el clasificatorio en medio de la cuarentena, en una de las zonas más álgidas del mundo con el COVID-19, perdiendo además, a uno de sus estandartes, Salomón Rondón.
La coherencia de José Peseiro
No obstante, si algo habrá que darle a Peseiro, más allá de lo que haga o no en el campo, que de hecho será siempre lo que determine finalmente el éxito de su gestión al mando de la selección; es que ha sido coherente.
Y desde hace rato, la selección necesitaba el verbo y la acción en la misma línea. Dijo que tomó a Venezuela por lo talentoso del grupo, y no por lo económico. Por un tema de prestigio, más allá del dinero (que por supuesto, todos sabemos que también importa).

“Dinero hice en Sporting, en Emiratos Árabes. A Venezuela vine, porque veo el talento del grupo, y creo que se puede pelear por ir a un Mundial. No por dinero. Vine porque quiero ir a Qatar con la Vinotinto”, dijo el ex técnico del Sporting Lisboa en una entrevista en junio, en medio del confinamiento, y aunque suene a perorata populista, sus acciones han sido congruentes con lo que sale de su boca. Estuvo al frente de la expedición que llegó a Maiquetía, y pudo no hacerlo así.
Si Peseiro es capaz de cumplir o no en la cancha, obviamente, dependerá de otros factores. De su capacidad de convencer a los jugadores venezolanos de su mensaje, de la habilidad de entender el torneo de fútbol más difícil e intenso del mundo, de su comprensión del extraño entorno del fútbol venezolano, proclive a la novela y al drama. Siendo resiliente (citando a Daniel Prat, en su columna de ayer), para afrontar toda la dificultad.
Apelando al viejo ritual espartano para defender a sus pares en dificultades, es cómo para partir una lanza por él. Una que tal vez no está colorada de sangre, pero sí es vinotinto. Luego, que el fútbol y el tiempo sean quienes determinen si él es el indicado, o no.