
Los ciclos se construyen con grandes victorias. Pero también, y sobre todo, con derrotas y tropiezos. La selección de Venezuela construyó su triunfo ante Chile hace un mes en Mérida: recuperó la confianza, volvió a las fuentes y a partir de allí, construyó. Lo de hoy, histórico, funda.
Peseiro tiene la virtud que más se le puede aplaudir a un entrenador: la capacidad de ser flexible. Fue criticado por no sostener su ideario y es lo contrario: no se empecinó en “la suya”, sino que se adaptó al contexto. Su respuesta fue rápida, tanto como el cambio experimentado.

El técnico encontró una base. La incorporación de Osorio la cimentó. Cásseres Jr es un acierto suyo y el dibujo, maleable, le permitió ser más que Chile, minimizar sus fortalezas y exprimir al máximo cada una de sus virtudes. Mérito inmenso de un DT vilipendiado sin merecerlo.
Estoy seguro que los jugadores valoran la honestidad de su conductor, tal como se ha mostrado en cada rueda de prensa. Es diáfano y transparente, como debe ser el mensaje que transmite. Si no, no se explica que haya encontrado la ruta en medio de la adversidad.
Día de notas altas en lo individual. De sacrificio, voluntad, carácter y temperamento. Atributos que son todos parte de la condición de esos jugadores, pero que encuentran su acicate en un preparador que los ha sabido unir y motivar. Sin quejas. Asumiendo responsabilidades.

El partido de reivindica a varios: a los González y Mago, firmes en los laterales. A Junior Moreno y su solvencia. Al mejor Yangel Herrera posible. Y, sobre todo, a Salomón Rondón, caudillo y líder de este equipo. Solo los necios pueden negar su incidencia. Volvió a dejar huella.
El camino de la eliminatoria es largo. Venezuela logró tres puntos para restañar heridas y encarar el mes de marzo con otro talante. Para Peseiro, este postgrado exprés vinotinto le dará múltiples lecturas. Cuando se vuelva a reunir con los jugadores, ya no necesitará del Zoom.