
Juan Arango encabezó la expedición, desconozco si fue por su jerarquía en el equipo o por simple emoción, pero su rostro era el primero que se asomaba en el camión blanco descapotable que recorrió las calles de Caracas el 24 de julio de 2011. Diez años antes, él había ayudado a sembrar la semilla en aquel Venezuela 2-0 Uruguay en Maracaibo. Muchas cosas pasaron en el medio, pero era imposible imaginarse que en ese tiempo el fútbol venezolano iba a crecer tanto, al punto de tener el poder convocar a tanta gente a salir en masa a las calles a celebrar.
“Vinotinto heroica, Vinotinto histórica”, rezaba aquel vehículo. Junto a Arango, en la platabanda del camión estaban muchos otros que habían vivido en carne propia las épocas de vacas más flacas: Lino Alonso, José Manuel Rey o Renny Vega. Ellos, junto a otros muchos otros, habían ayudado a voltear la moneda, a congregar alrededor de la selección nacional a todos esos venezolanos que disfrutaban del fútbol. Entre el blanco del Real Madrid, el azulgrana del Barça o el blanco y negro de la Juventus, empezó a estar cada vez más la Vinotinto de la selección venezolana.
Las victorias ayudaron a multiplicar a los aficionados, a crear unas raíces fuertes. Entre agosto de 2001 hasta junio de 2007, la Vinotinto logró nueve triunfos y tres empates en 23 partidos de eliminatorias al Mundial. Nada mal para un equipo que tenía solo un triunfo en los 29 partidos anteriores. En la Copa América de 2007 celebrada en el país, se anunció una asistencia total de 1.763.055 personas de las cuales 164 mil fueron a ver a la Vinotinto. Unos números impensables para una selección que promedió 11.000 personas como local en la eliminatoria a Francia 98.
Cuando Ruberth Morán y Alexander Rondón celebraron aquel gol en el Pachencho en 2001, solo un puñado de sus compañeros esa tarde en el campo jugaban en el extranjero: Arango en el Pachuca, Miguel Mea Vitali en el Lleida o Rafael Dudamel en Millonarios. Dentro del boom Vinotinto también hubo una exportación de talento que llevó durante esa década a que los futbolistas venezolanos conquistaran espacios que antes parecían inaccesibles. En marzo de 2004, Venezuela volvió a enfrentarse a Uruguay en Montevideo con seis legionarios en el once y con otros tres que sellaron su pasaporte a pocos meses después.
Los primeros frutos llegarían después de consolidar a los futbolistas en ligas de primer nivel en el extranjero, un objetivo que se logró, como muestra el once del debut de Venezuela en la Copa América 2011: ocho de los once titulares y otros ocho suplentes jugaban en el exterior, la mayoría de ellos lo hacía en las grandes ligas de cada continente.
¿Por qué era esto tan importante? Para comenzar a conectar aquel fútbol que tanto se consumía en el país por TV con la realidad del fútbol venezolano. Aquellas decenas de miles que se conectaban a ver a los grandes clubes europeos se encontraban en la pantalla con un Juan Arango con la cinta de capitán del Mallorca, a Salomón Rondón como figura del Málaga, a Miku Fedor de goleador del Getafe, a Roberto Rosales como pieza clave del Twente que jugaba Champions League.
Cuando Arango iba a la cabeza de esa caravana y empezó a ver a cientos de miles de venezolanos en las calles, celebrando por todo lo grande el cuarto lugar de la Copa América 2011 quizás recordó los tantos partidos que tuvo que jugar con apenas unos pocos miles en las gradas. Quizás pudo recordar como aquel Boom Vinotinto multiplicó a los futboleros, que cada vez más se acercaban a los estadios y se conectaban a la TV.
Pero, sobre todo, pudo ver, como aquel equipo fue por fin capaz de conectar con tanta gente que quizás nunca se había interesado antes por el fútbol venezolano o por la Vinotinto, pero que ahora estaban ahí celebrando en la calle con una pancarta. Por primera vez, el fútbol venezolano fue el gran tema nacional. Para rojos y verdes, para magallaneros y caraquistas, para orientales y andinos, para guayaneses y marabinos. Ese fue, sin ninguna duda, el gran triunfo de aquel equipo y de aquella generación.
*Daniel Prat fue periodista de fútbol de los diarios venezolanos Líder y El Nacional.