lunes, septiembre 25, 2023
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Teoría del fútbol: El contraataque

Eduard Bello
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El fútbol es un deporte tan popular y tan poco estudiado que permite, como se expondrá en las siguientes líneas, que medias verdades sean presentadas como hechos irrefutables. Esta manera de comunicar el juego causa un daño irreparable: en vez de pensar, acto que requiere de un tiempo de contemplación y reflexión, se aplaude la inmediatez con la que se emiten juicios y se venera la precocidad de la argumentación sin atender a la banalidad que sostiene a esos postulados.

Estas medias verdades convencen a la masa con facilidad. Generalmente son presentadas con un fuerte tono de voz, lo que ayuda a aparentar cierta autoridad a quien las emite. Esa masa, que es el público, bien sea hincha o espectador, ha sido educado para creer que quien comunica está preparado para ello, lo que en el fútbol se traduce en conocer el juego. No obstante, la corriente mayoritaria de los últimos cincuenta años demuestra lo contrario: se han construido hojas de vida, admiradas por muchos, que se sostuvieron y se sostienen en la repetición automática de lugares comunes. Éstos, lejos de explicar el fútbol, solamente contribuyen a la salvación mediática de quién los defiende.

Ahí está la herramienta del contraataque para servir de ejemplo.

La referencia al contraataque es tomada casi de manera inmediata para señalar a un conjunto cuya idea de juego es “defensiva”. Se asume que quien hace uso de esa opción es un equipo cuya conducta que lo identifica es primordialmente ordenarse cerca de su propia área y que, en el momento en el que recupera el balón, iniciará un veloz avance hacia el arco rival. Lo único cierto de esta descripción es que en todo contraataque existe la intención de atacar al oponente.

La definición de este mecanismo es muy clara. Contraataque, según el Diccionario de la lengua española, es la “Reacción ofensiva contra el avance del enemigo, de un rival o del equipo contrario”. Al igual que el reglamento del fútbol, esta aclaración no limita geográficamente el uso de esta acción, hecho que desmiente el preconcepto popularizado sobre qué equipos lo emplean.

Jhon Murillo
Eduard Bello

Ahondando aún más en la definición proporcionada por la institución encargada de velar por la lengua española se puede concluir que todo equipo, sin limitaciones de ocupación espacial ni de formas que promuevan la recuperación de la pelota, utiliza esa herramienta en determinados momentos del partido.

Las dos versiones de la Vinotinto más recordadas por el gran público son las que condujeron Richard Páez y César Farías. Ambos entrenadores, fieles a su manera de sentir el fútbol, optimizaron el rendimiento de los futbolistas y consiguieron que sus equipos alcanzasen niveles competitivos nunca antes vistos en el balompié criollo. A pesar de sus diferencias conceptuales, ambos supieron sacar provecho de estas acciones, abriendo la puerta a un debate de ideas que lamentablemente no se produjo por razones que bien valdrían una columna especial.

La selección de Páez, identificada con un juego de equipo corto, posesión del balón y avances en bloque, supo contraatacar cuando recuperaba la pelota, siempre que los aconteceres del partido y la posición del rival se lo permitiese. La de Farías también contraatacó en función de la ubicación del oponente y los espacios que quedaban libres. La gran diferencia entre ambos estaba en la zona en la que se intentaba la recuperación de la pelota, un hecho que no impidió que, en determinados momentos, modificaran el punto de partida para activar esta estrategia debido a la dinámica propia de cada partido. Las victorias ante Colombia 0-1 (2003) y Paraguay 0-2 (2012) así lo demuestran.

Es por ello que para comprender realmente el juego del fútbol debe atenderse a las instrucciones que ofrece el reglamento FIFA. ¿Qué quiere decir esto? Que no hay mayores restricciones que las propias de este deporte. En ellas no se hace mención a estilos de juego ni a momentos justos para emplear determinadas estrategias. El contraataque, a pesar de la mala publicidad que algunos se empeñan en darle, es una de las tantas variantes que se utilizan para lograr el objetivo primordial de este juego: anotar un gol más que el rival.

Es por ello que un debate de ideas no puede sostenerse en la superficial revisión de hechos. Lo que el fútbol enseña a todo aquel que decida ahondar un poco en su naturaleza es que los procesos de reorganización, la posición, la intercomunicación y la intracomunicación (proceso estratégico de gestión para conseguir que la comunicación interna sea más efectiva para todos los elementos involucrados en ella) son circunstancias y hechos de mayor relevancia en el intento por descifrar el juego que la veneración o el menosprecio hacia determinados aspectos del mismo.

José Mourinho y Pep Guardiola
José Mourinho y Pep Guardiola

Una última consideración. ¿Qué hacía el Barcelona de Pep Guardiola cuando su presión tras pérdida del balón surtía efecto? Avanzaba hacia el arco rival. ¿Qué hacía el Inter de Milán conducido por José Mourinho cuando recuperaba la pelota? Avanzaba hacia la portería contraria. Quizá la mayor enseñanza que entrega este deporte es que, detrás de lo que se presenta como evidente, existen elementos que convierten al juego en una actividad de enorme riqueza conceptual. Sirva una definición de Martí Perarnau (inspirado en el filósofo polaco Zigmunt Bauman) para definir a aquel equipo de Guardiola y que debe ampliarse a la totalidad de este deporte: un equipo de fútbol es un organismo líquido, alejado de “criterios inamovibles”, capacitado para transformarse continuamente.

Todo lo contrario a la solidez con la que se pretende identificar a los conjuntos que protagonizan este maravilloso deporte.

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