
Los códigos del fútbol son los mismos códigos de la vida (José Hernández)
No me cabe duda que un hombre que destila fútbol como José Hernández, actual seleccionador Sub 20 de Venezuela, está en la razón. Sin embargo, hay muchos elementos que me hacen pensar que el periodista argentino Ignacio Fusco también la tiene: Los códigos del fútbol también son los mismos de la mafia: el silencio.
La llamada de Ronald Koeman a Luis Suárez para decirle que no cuenta con él es, a todas luces, una de esas situaciones que rompe códigos. Un futbolista que ha marcado 198 goles para una institución en seis años, tantos que contribuyeron en los títulos alcanzados en ése período, deben ser respetados y lo que ha hecho el nuevo DT culé no está bien. ¿Pero si lo hubiera hecho con cualquier otro canterano del club? Ni nos enteramos.
Entonces, en el fútbol, hay códigos para unos y no para otros. Ahí ya hay un fallo, allí hay ya un componente turbio si se puede catalogar así a algo que no está escrito. Es claro que existen una especie de leyes que no están redactadas (no se sabe cuántas son) pero sí son vinculantes, porque los efectos de violentarlas te las van a cobrar en la cancha y en el camerino. Nadie las ha recopilado, pero todo el que está en el fútbol sabe cómo comportarse o actuar bajo esas reglas empíricas.
En muchos casos, desde afuera, no sabremos hasta qué punto se cumplen o incumplen dichas reglas tácitas, aunque se pueden intuir. Lo puede asegurar Noel Sanvicente quien ha admitido públicamente que en su periplo como seleccionador nacional, los futbolistas le hicieron la cama. Intuyendo, puede ser la consecuencia de las declaraciones que él ofrecía a los medios tras las derrotas, responsabilizando a sus jugadores en jugadas puntuales. ¿Recordamos a Don Regalón? En la cancha se lo pueden haber cobrado y esto se plasmó en la carta de los 15 firmantes aquellos. Los códigos violentados y a la calle.
Desde las muy serias frases lo que pasa en la cancha, se queda en la cancha (o en los vestuarios), los trapos sucios se lavan en casa, los técnicos deben respetar el liderazgo de los pesos pesados del vestuario, hasta las más sencillas como no gritarle los goles al rival, no hacer filigranas goleando, son algunas de las normas que establece el código, donde mucho de ello hay en el silencio que deben guardar los involucrados en diversas situaciones. Ése silencio, cómplice que se puede tragar un camerino, un plantel, un técnico y que nadie se dé cuenta qué pudo haber ocurrido.
Aquí me detengo y vuelvo a lo que compara Fusco como códigos de mafia: en el fútbol no hay espacio para los que hablen de más o sean chismosos, los que hablan del compañero o de un rival. Nadie se puede atrever a airear cualquier conflicto que suceda en el camerino. Es el código del silencio. Cuesta caro violarlo y desde afuera siempre serán puras especulaciones lo que puedan confirmar.
Luego de perder la final de la Copa Libertadores nada menos que ante River Plate, Guillermo Barros Schelotto, entonces técnico de Boca Juniors, dejó entrever que su relación con la plantilla no era la mejor y al irse del cargo, lanzó dardos que hacían intuir la situación, pero nunca llegó a admitirlo públicamente. “Prefiero irme en paz a tener razón”, sentencia final del DT que eligió marcharse sin escándalos. Con cautela, la deja picando, pero nada de decir con detalles, qué pasó.
Trate usted de consultar literatura, publicaciones o artículos que se relacionen a este tema y encontrará muy pocos o escuetos resultados. Es un tema si se quiere tabú, en el que poco se ha dejado ver lo conceptual y sí lo empírico. Para mí ni está bien ni está mal: sencillamente es algo que existe y nadie se va a atrever a cambiar. Así será siempre, hay que conocerlo y entenderlo, porque fue, es y será así. Y vuelvo a citar a Ignacio Fusco: En el mundo que se ha cambiado para sí mismo el fútbol tiene una ley moral peligrosa: el miedo a cambiar.