
Somos solidarios con el sentimiento mayoritario de tristeza y amargura al observar el nivel de nuestra querida Vinotinto, sin alma, sin espíritu para jugar y sin identidad propia.
Hoy, las Eliminatorias suramericanas que se están jugando son más especiales y complicadas que nunca, por el contexto del COVID-19. Los jugadores llegan todos (todas las selecciones) sin el ritmo competitivo ideal, y hoy más que nunca se requiere contar con identidad propia y memoria de juego para desarrollarlo en la cancha.
En Venezuela estamos apenas iniciando los primeros contactos reales de reconocernos entre nuestro DT y los jugadores, sin tiempo de trabajo en equipo.
La improvisación en las Eliminatorias suramericanas es incompatible para conseguir resultados, y las dos primeras jornadas nos lo demostraron con dolor y derrotas.

No hay mano firme ni mentalidad enfocada en la FVF para enrumbar, desde el centro de comando, hacia dónde dirigir nuestro fútbol y nuestra Selección Nacional, y por más que haya capacidad comprobada y buena intención estratégica del DT elegido, no tiene tiempo ni conoce el ambiente futbolístico suramericano y su idiosincrasia.
El tiempo, hoy, es la balanza que nos coloca en clasificación o eliminación, y lo que menos hay es tiempo para conocernos, entendernos y luego hacerlo realidad en la cancha.
Hemos perdido 6 puntos, hemos mostrado más debilidades que fortalezas, hemos consumado una realidad que habíamos superado.
Hemos vuelto atrás.
Necesitamos hacer correctivos precisos, quirúrgicos y efectivos, necesitamos convicción y recuperar la memoria para volver a nuestro camino de transformación del 2001, hoy extraviado.