
Una vez alguien me dijo que, en determinados aspectos de la vida, la imagen que se da al exterior puede llegar a ser tan o más determinante que la sustancia misma de lo que se es o se tiene, porque lo que se proyecta, lo que se refleja, es lo que se vende y eso, para mal o para bien, es lo que termina comprando quien nos observa. En el caso afortunado de que la calidad de esa substancia vaya de la mano con lo que se proyecta, el éxito será ineludible. Caso contrario, podría servir de indicio para dejar destellos de lo que se desea mientras llega el éxito esperado.
Por supuesto, le rebatí esa frase. Le argumenté de distintas formas que tal vez sea más real la inversa de la expresión, que las apariencias no pueden tener más peso que las realidades pero, en todos los puntos que encontré para persuadir dicho pensamiento y por muy controversial y subjetivo que suene el mismo, me encontré una y otra vez con la misma e inequívoca conclusión. Lo sorprendente de esta afirmación, amigo lector, y más allá de que sea o no cierta, es que aplica perfectamente para la situación que ha vivido y vive nuestra selección cada vez que distintos “oriundos” han llegado a nuestro combinado.

Primero ocurrió con Cesar Farías: Venezuela venía de un destacado cuarto lugar en la Copa América Argentina 2011, en plena curva ascendente, mostrando seriedad en la constitución y desarrollo del equipo, venía mostrando una buena cara competitiva, venía mostrando buena dirección técnica y esto tal vez fue la chispa para que varios de ellos fuesen dando progresivamente el sí al hecho de pertenecer a la selección y se comenzaran a integrar a la misma. Fernando Amorebieta, los hermanos Feltscher, Andrés Túñez, fueron algunos de esos nombres. Quedará la interrogante en saber si aceptaron venir por el reto que esto representaba en sus carreras además de la comunión con sus orígenes o si más bien sus decisiones se basaron en la “apariencia” de progreso que generaba la selección y el impacto que esto generaría en su futuro. Nunca lo sabremos a ciencia cierta.

Luego le tocó el turno a Jeffren Suarez, quien a pesar de haber sido más recalcitrante en su negativa inicial a integrar la selección, fue cediendo a la idea y terminó incorporándose a la misma en la era de Noel Sanvicente. Ciertamente sus mejores momentos habían quedado atrás y su paso por el combinado terminó siendo más anecdótico que otra cosa, pero, con su llegada, se concretó un pendiente futbolístico de varios años por parte de la FVF.
Pero ahora, una vez más la “apariencia” hace de las suyas, impulsada en este caso por el no menor impacto que genera José Pékerman y su resaltado cuerpo técnico. Alejandro Marqués, específicamente, ha aparecido en los llamados a los nuevos módulos de trabajo que prepara Venezuela de cara a los compromisos amistosos a disputarse en junio en suelo europeo. Sorprende de manera especial su llegada, ya que parecía que emularía la actitud de Jeffren Suárez en su momento; pero demuestra con esto que está totalmente consciente de no cometer sus mismos errores al no desperdiciar un llamado que le llega nuevamente tomando en cuenta su presente futbolístico.

Una sola cosa se le pide a él y quienes más se sumen (se habló de que Ernesto Torregrossa está en la órbita vinotinto): que deje todo en la cancha por esta camiseta. Toda Venezuela lo merece. Es la única forma que tendremos de construir nuestro camino al próximo mundial.
Y si esto es generado o no por la “apariencia” que en este momento está proyectando nuestra selección creo que no es tema de importancia; lo que sí es realmente importante es armar la estructura completa y ahora sí definitiva que le dé la substancia esperada a la competitividad de nuestra selección. Que torneos como el Maurice Revello, el desarrollo del futve en todos sus niveles, la preparación de los entrenadores, el cambio de mentalidad y la compenetración de todos los elementos sean las primeras piezas que apenas se tomen en cuenta para lograr mejorías consolidadas en nuestro futbol, y así en un futuro no muy lejano nuestro balompié no sólo parezca con nivel suficiente, sino también lo sea.