
Circunstancial o no, esta Copa América sirvió para que el “país futbolero” se reconectara con la selección nacional, con esa que nos acostumbramos a llamar La Vinotinto.
El panorama no era alentador tras conocerse las bajas por lesión y peor aún con el contagio masivo de Covid-19 que dejó a varias figuras sin la posibilidad de jugar el torneo y hubo que llamar a futbolistas de emergencia y jugar con “lo que había”.
José Peseiro no anduvo con inventos y jugó a ser pragmático. Sin muchas opciones ofensivas salió con un 5-4-1, tratando de ser ordenados y si había chance de salir atacar hacerlo, pero siempre con equilibrio, una palabra que repite continuamente el portugués.
En la cancha los jugadores se han entregado en cuerpo y alma. Cada día es una lucha, con un obstáculo diferente, pero que han sabido sortear.
Así como lo hace la Vinotinto en la Copa América lo hace el venezolano cada día. Tanto como el que está en el país como al que le tocó emigrar. Cada día va, lucha y brega para conseguir “el pan”, la subsistencia familiar o lograr sus metas personales.
Los jugadores se sobreponen a las dificultades y salen adelante con todos los sacrificios en busca de un objetivo. Eso ha hecho que muchos venezolanos vean a la selección como un espejo de su realidad.

De ese venezolano que todos los días debe lidiar con todas las dificultades que pone el país, un corte de luz, de agua, los fallos de conexión o simplemente el no poder hacer una llamada.
Ni hablar del que no tiene dinero para pagar el pasaje e ir a su trabajo por la falta de efectivo o ya no le alcanza para comprar comida porque el precio subió de un día para otro.
Pero el venezolano busca cómo resolver, dentro de las limitaciones que ponga el país o las circunstancias busca cumplir para poder llegar a su objetivo. En algunas ocasiones se arropa hasta donde puede, pero siempre con el objetivo de mejorar cada día.
En la Copa América ha sido igual. Contra Brasil trataron de ser ordenados, pero la pelota detenida fue determinante. Golpe duro al comenzar, pero estaban claros que podía pasar. Estamos hablando de la mejor selección del continente actualmente.
Eso no desenfocó a nadie, pusieron su atención en Colombia, Peseiro tomó recaudos tras el partido de las eliminatorias y sacó un empate. Ahí estuvo San Wuilker magistral en su regreso al arco.

Contra Ecuador aunque fue una igualdad, se sintió como una victoria, ese gol sobre el final de Ronald Hernández, que encontró en ese llamado de urgencia su posibilidad de volver a hacerse sentir, tras un año en el que no ha jugado demasiado.
Y ahora sacamos cuentas en esta última fecha antes de enfrentar a Perú y tratar de conseguir la clasificación a los cuartos de final.Algo que pocos imaginaban cuando iniciaba el torneo.
Todas estas dificultades hicieron que muchos venezolanos volvieron a mirar a la Vinotinto, a ligarle, porque a pesar de todo lo que pasó, ahí están luchando.
Muchos volvieron a preguntar ¿cuándo es qué juegan?, algo que se había perdido, quizás por la misma realidad de cada persona, pero que en esta Copa América sirvió para que muchos vieran que la selección es otra vez como el venezolano de a pie: Una que lucha siempre y no se da por vencida hasta los tres pitazos finales.
Y con el “mantra”: Mano, tengo fe, van a ese último partido, a volverles a ligar.