miércoles, abril 24, 2024
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Religiosamente vinotinto: “Mano, tengo fe”

José Peseiro, DT de Venezuela
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Las religiones suelen ser polarizantes. Bien sea porque te aferras a ellas, sobre todo en la dificultad, o porque reniegas de las mismas ante la creencia de que no son más que constructos alienantes. Te fanatizan, pensarán algunos.

Hay feligresías de feligresías. La fe puede expresarse, además, de muchas maneras: desde ir, religiosamente (y el término vale literalmente) a la iglesia todos los domingos; meditar en casa, predicar de arriba a abajo por las calles tus creencias; hasta cosas indecibles y perniciosas, como inmolarse o hacerles daño a otros. La religión ha causado algunas de las más grandes guerras de la historia de la humanidad.

La Vinotinto - Foto FVF
La Vinotinto – Foto FVF

El fútbol, por su carácter de cita reiterativa, de convocatoria fervorosa, es, para algunos, una cuestión de fe. Sobre todo, para el fanático, que se sienta frente a su tv y se encomienda a sus apóstoles de pantalones cortos, e intenta, por un rato, drenar sus problemas a través del golpeteo del balón con los pies. No es más que un juego, dirán algunos; para otros, es mucho más que eso.

El fanático vinotinto ha crecido acostumbrado, desafortunadamente, a estar en una posición en la que debe rogar por buenas actuaciones de su selección. Por la desorganización sempiterna y endémica de la FVF, principalmente, sus talentosos jugadores siempre sufren más de la cuenta. Y sus feligreses también. Una tendencia que se ha revertido en el siglo XXI. Ya los triunfos no son milagros. Aumentó la competitividad de los jugadores, y sus capacidades sobrepasaron al contexto. Entorno, eso sí, que también influye.

 

¿Más trabajo que fe en la Vinotinto?

En la dificultad del pandémico 2020 y sus secuelas en 2021, a José Peseiro y la Vinotinto les tocó apelar a la fe. Aferrarse al mástil del barco en medio de la tormenta, hasta que la misma pasara.

Y no porque no trabajase. Pero entre las pocas horas de vuelo, y la presurosa exigencia de resultados sin amistosos ni partidos para probar, pusieron al portugués y a su grupo en una encrucijada: o nos atrincheramos y competimos cómo podemos hoy, o morimos en el intento.

Atrincheramiento causado por las razones ya ampliamente conocidas: cinco bajas claves en lesiones (Salomón Rondón, Yangel Herrera, Darwin Machís, Yeferson Soteldo y Yordan Osorio); más 14 contagiados de COVID en la laxa concentración en Caracas. Eso obligó a Peseiro y sus jugadores a trabajar para defenderse, y también, cómo no, a apelar a la fe.

Wuilker Faríñez - Foto FVF
Wuilker Faríñez – Foto FVF

Hubo varios actos de fe: en que ese trabajo daría frutos (dos empates, con Colombia y Ecuador, que tienen a la Vinotinto viva en la Copa América), la de Peseiro para con su grupo de jugadores, al volver a trabajar sobre una idea distinta a la planteada, por ejemplo, ante Uruguay, todo en pos de la supervivencia; y fe de los jugadores en el portugués y en su liderazgo, en la capacidad que mostró con el verbo para guiarlos y arroparlos cuando sentían que la tormenta se los tragaba.

Y en el medio, los fanáticos, más entregados que nunca, apelando a mostrar su creer en los nuevos tiempos. Se volvieron vírales memes con la frase “Mano, tengo fe”; y eso permeó hasta la selección, que ahora que el temporal amaina y se reincorporan varios de los caídos por COVID, se la cree. Con toda razón.

Pero no es solo autoestima. Que sí, que siempre es buena, y que ayuda a paliar la dificultad. Pero hay rasgos y respuestas tácticas de los jugadores, que hablan de un trabajo más profundo. De una fe en alguna idea. Es cierto, Venezuela no le llenó la pupila a nadie. Pero resistió, combatió y compitió.

 

La siguiente fase

Ahora, más que un acto de fe, viene la ratificación de un trabajo. Con la vuelta de los siete caídos por COVID y el casi seguro retorno del esquema que se utilizó ante Uruguay que dio un buen rendimiento, más una semana entera de trabajo, la exigencia es que el domingo, más allá de ganarle a Perú y se siga en carrera en la Copa (la circunstancia obliga a la Vinotinto a hacerlo), puedan quedar claras algunas ideas de a donde apunta Peseiro en su persecución del equilibrio y de hacer que Venezuela sea un equipo más ofensivo.

El fútbol es una religión para muchos. Casi una cuestión de fe. Pero detrás de las convicciones místicas, también hay que ratificar el trabajo para poder seguir creyendo. Manos, es más que fe.

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