
Me lo advertía Noel Sanvicente justo cuando el cuadro barinés se clasificaba a la Fase Final A. Fue el primer equipo que lo hizo, por lo tanto Zamora se ganaba el privilegio (de no menor importancia) de jugar la final en La Carolina, si lograba llegar a esa instancia: “No nos reforzamos cuando debíamos. Tenemos un equipo justo”. Y lo pagó caro.
Mucha gente cuestiona hoy el formato de la Liga porque Zamora, el equipo más regular de la 30 fechas del calendario, quedó cuarto en la Fase Final. Con un juego fulminante, Zamora se dio banquete en el torneo y cada vez se veía más sólido. Lo que terminó afectándole no fue precisamente el formato: fue el no tener la profundidad necesaria para encarar un torneo no de 30, de 37 jornadas para los equipos que aspiraban título.
Ahí estuvo la clave: mientras el resto de equipos, como Metropolitanos hizo con “Pico” Vargas o Monagas con Richard Peralta (ambos finalistas), ajustando de acuerdo a las necesidades a su plantel, Zamora no pudo acudir al mercado por una sanción administrativa, lo que no le brindó profundidad al banco.
El equipo de Sanvicente se recitaba de memoria y eso al final, terminó por pagarlo caro. Porque el once inicial no tenía soporte en el resto de la plantilla cuando llegaron las suspensiones y las lesiones. La temprana baja de España fue bien gestionada con armar la dupla Luna – Aponte, pero la exigencia del campeonato terminó por arrasar al plantel. Luis Casimiro Peña, Pedro Ramírez y Jork Becerra estuvieron a la altura cuando tocó contar con ellos, pero el resto no hizo sostenible encarar una Fase Final tan exigente, jugando miércoles – domingo – miércoles con un plantel limitado que no se pudo reforzar.
Además, me atrevo, con todo el respeto, a cuestionar algunas decisiones de Sanvicente: Lucho Vargas venía de una lesión y no estaba para la exigencia de Maturín y Barinas ante Carabobo. Se enfrentó en el partido decisivo al equipo que terminó jugando con más vértigo de todos. Le fue a jugar de tú a tú, con las piernas quebradas y lo pagó sumamente caro. El implacable ya no fue Zamora, fue el rival. Luego, Mayker González a la cancha, casi sin rodilla por una crónica lesión, y fue una autopista más para los de Maggiolo.

Lo cierto es que Zamora no ganó en casa en sus tres partidos que disputó en La Carolina y en un torneo de seis fechas eso es mortal. El equipo se fue desinflando poco a poco y aunque le daba para aguantar (lo hizo contra Monagas en Maturín y ante Metropolitanos en Barinas) no era lo suficiente como para proponer.
Es una lástima que un equipo que mostró regularidad y buen fútbol se desinflara de esa forma. Una campaña notable para Juan Reyes, Antonio Romero, Erickson Gallardo, Danny Pérez, Jiovani Welch, que no se pudo sostener no por ellos, sino por la gestión de camerino y por algunas decisiones cuestionables de Noel, en las instancias decisivas.
Zamora se quedó con un cupo a Libertadores, arrancando desde la primera fase. Tendrá que remar duro para avanzar en una competencia que tradicionalmente no se le ha dado. Hay incertidumbre sobre la continuidad de Sanvicente, la grapa que mantiene unida las dos hojas allá donde va. Ya se anunció la salida de Gallardo. Ojalá no se descomponga un equipo que necesita retocarse para volver a ser lo que fue en las treinta fechas previas.