
José Néstor Pékerman no es ningún mago. No tiene las habilidades de David Copperfield para desaparecer un avión estacionado en un aeropuerto, frente a la impávida mirada de los asistentes al acto. Tampoco tiene la habilidad de arreglar una casa rota, a la que se le puso el mejor de los techos, pero que no tiene pocetas en los baños o cuyas bases son endebles.
El estratega argentino no es ingeniero, y rehuyó del término “reconstrucción”, en su rueda de prensa de presentación. Pero, su palmarés, el esfuerzo de traerlo y su peso específico, han creado un halo de ilusión casi mágico sobre el entorno de la Vinotinto, consecuencia de su portentosa carrera.
Sin demeritar a quienes ya pasaron por el banquillo de Venezuela en el pasado, Pékerman es el técnico con más pergaminos que se ha sentado a dirigir a la selección nacional.
Más allá de los logros (posteriores a la asunción al cargo) de Ratomir Djukovic, Richard Páez, César Farías o Rafael Dudamel; ninguno de ellos llegaba al puesto con tres títulos mundiales juveniles, y experiencia en tres Copas del Mundo. Toda una invitación a soñar.
Golpe de realidad vinotinto
Sin embargo, toca ser cautelosos. El argentino es un gran técnico, pero no es ilusionista óptico, ni es ingeniero o arquitecto.
Así como jamás ha habido uno como él en el banquillo de Venezuela, difícilmente Pékerman (hombre avezado en el balompié, a sus 72 años de edad habrá visto muchas cosas) habrá llegado alguna vez a un entorno tan complejo como el venezolano.
En Argentina o en Colombia, no encontraría tantas deficiencias en los trabajos de las selecciones de categorías inferiores, abandonadas por la falta de recursos y la ausencia de obligaciones internacionales, consecuencia de la suspensión de los torneos continentales juveniles en 2021.
Así, una generación de jugadores prometedores, que se proyectaban como un buen relevo (Matías Lacava, Jeriel Desantis, Wilkerman Carmona o Yerson Chacón, entre otros); más allá de que puedan acumular experiencia en sus clubes (dentro y fuera de Venezuela), aún no tienen el roce competitivo de la competición internacional, que hizo exitosas las gestiones pasadas.

Ayudará mucho, sí, contar con Fernando “Bocha” Batista, quien estuvo a cargo recientemente de la selección Argentina S21, pero la precariedad en muchos casos del trabajo en el área, hará que la tarea se haga más empinada. No hay estructuras para soportar el techo.
Tampoco encontrará Pékerman canchas aptas en todos los rincones de Venezuela. De hecho, dos de las principales sedes en algún tiempo de la Vinotinto, Maracaibo y Puerto La Cruz, son un desastre. Son contadas hoy en día los terrenos que están bien, esto como consecuencia de la durísima crisis económica y social que azota al país desde hace varios años.
Y a eso le sumamos, una primera división golpeada, con un nivel lejano, muy lejano al que pudo ver en Colombia o en Argentina; y un grupo de jugadores en el exterior que, si bien es talentoso, no atraviesa sus mejores momentos. Sin contar con las dificultades propias del entorno futbolístico venezolano. Es un campo minado.
Pocas herramientas
El mejor futbolista venezolano en el extranjero, Yangel Herrera, viene de una lesión que lo marginó por tres meses de la actividad competitiva. Regresó con gol y es buen augurio, pero no ha podido estar a tono para Venezuela en el último año.
Darwin Machís también está en España, Wuilker Faríñez en Francia, pero sus realidades actuales distan de ser las idóneas.
Salomón Rondón no jugó un minuto con Venezuela en 2021 y se enfocó en su retorno a la Premier League, donde todavía no marca por primera vez desde que firmó con el Everton.

La verdad es que hoy, a diferencia de hace unos años, si bien existe un cúmulo de talento extraordinario, su momento no es el mejor.
Una década atrás, Miku Fedor metía 13 goles en Getafe en la primera de España, y Rondón 15 con Málaga; Juan Arango era clave en el Borussia Mönchengladbach y Tomas Rincón pasaba de jugar en Hamburgo a la Serie A.
Es otra realidad con la que debe lidiar Pékerman. La de comenzar a construir un equipo, y rearmar la mermada autoestima del jugador de selección, que hoy dista de estar en su mejor momento
Más allá de que utilice un 4-2-3-1, o un 4-4-2, Pékerman deberá ajustarse a sus nuevas piezas, y volverlas a hacer encajar en un entorno que hoy carece de orden y lógica.
Sol y sombra
El argentino llega con un cuerpo de trabajo extraordinario, encabezado por Batista y con Leandro Cufré como otro de sus asistentes. Ingenieros para blindar las bases de una casa derruida.
También le acompaña la figura de Pascual Lezcano como mánager de selecciones, quien en Colombia era señalado de armar los llamados a la selección a conveniencia de agentes o personas cercanas a la tricolor cafetera.
No obstante, la exigencia de Pékerman del pago a su predecesor José Peseiro, como parte de las garantías de su estancia en la Vinotinto (y el cumplimiento de la directiva), hacen pensar en un hombre cuya espalda y pergaminos, le harán ganarse rápidamente el terreno con los jugadores y los dirigentes.

Jorge Giménez cumplió con su promesa. Nadie le quitará la chapa del hombro. Da una magistral movida para su banquillo, y para efectos de publicidad (vendes la ilusión renovada de competir), y de enamorar a la crítica. Ahora, debe refrendarla cumpliéndole a Pékerman sus demandas, con el mismo esfuerzo que hizo para traerlo.
La primera exigencia al DT será volver a competir. De ahí en más, pelear un cupo al Mundial, ante un entorno tan deficitario, será cosa de muchísimo trabajo, y del cumplimiento de esa palabra empeñada, sólo ahí vendrá la magia. Pékerman no es mago. Pero le devolvió la ilusión a la gente. Y eso, al menos, ya suma. Veremos cómo está todo en diciembre de 2025.