
Cuenta el cubano Pablo Milanés en una de sus canciones sobre la nostalgia y el ayer, sobre los sueños del futuro y los tiempos mejores que aún no habían llegado. Y en medio de los tiempos turbulentos del futbol venezolano y su selección, apareció en mi mente este parangón.
Porque de niños muchos la vimos padecer y otros la vieron triunfar (yo ya estaba un poco mas grande cuando finalmente la vi ganar) pero, en cualquiera de los casos, la Vinotinto nunca gano nada y sigue sin hacerlo.
Los pocos logros que tenemos se cuentan con los dedos de las manos y son en esencia nostalgia del pasado, a saber: ganar cuatro partidos seguidos en Eliminatorias, Ranking FIFA por debajo del lugar 30, llegar a semifinales de una Copa América o alcanzar la final de un Mundial Sub20; eventos anecdóticos que quedan en la memoria de fanáticos y periodistas, y poco más.

Porque, sin demeritar los eventos puntuales, lo que ha hecho la Vinotinto en el siglo XX y lo que va del XXI son logros aislados, no éxitos sostenidos en el tiempo. Nada nos ha permitido trascender al punto de la elite, ni en lo individual, ni en lo colectivo.
Cierto que la globalización nos ha dado mayor visibilidad como país, pero del otro lado, la escasa infraestructura futbolística nos ha relegado. Hoy, aunque hayan muchos equipos, estadios “nuevos” y jugadores venezolanos en ligas de casi todo el mundo, la realidad nos arropa y nos impide avanzar como selección y como organización.

La FVF es más clientelista que en tiempos de Esquivel mientras la Liga local sufre de manejos tendenciosos y mantiene la crisis eterna de clubes que van y vienen. Si a eso le sumamos los problemas de planificación, lesiones y jugadores desconcentrados durante los partidos, la mezcla es el fracaso rotundo que estamos teniendo en la ruta a Qatar 2022.
Hoy, la Venezuela futbolera (y la que no) exige resultados (éxitos) que nunca tuvimos, mientras se burla del desempeño de los suyos, olvidando la escasa base que este deporte tiene en el país. Porque si algo tenemos los venezolanos es memoria corta, para todo.
Lo de Páez, Farias y Dudamel son pequeños saltos de alegría. Un crecimiento que luce mermado ante las circunstancias, pero no son éxitos, así que para responderle al cantautor cubano: parece que alguna ganamos, pero la verdad es que seguimos perdiendo.