Tres nuevas derrotas fue el balance de la selección de Venezuela en las más recientes jornadas de la Eliminatoria Sudamericana para el Mundial de Qatar 2022. Argentina, Perú y Paraguay fueron los verdugos que parecen definitivos del sueño de clasificar.
Se puede decir mucho de lo que se vio sobre el terreno de juego en el inicio del ciclo de Leo González, interino como técnico tras la abrupta salida de José Peseiro, y resaltar las buenas intenciones que quedaron en eso. Todo queda opacado por los fallos individuales, las totalmente evitables tarjetas rojas de Luis Adrián Martínez y Tomás Rincón, la falta de puntería, ausencia de confianza y el infaltable toque de mala suerte.
El resultado de todo es el hundimiento en la parte baja de la clasificación para la Vinotinto con solo cuatro puntos. No faltaron las disculpas por parte de jugadores y cuerpo técnico, evidentemente dolidos.
¿Se equivocan quienes son protagonistas en el terreno de juego? Sí, sin duda. El falló de Mikel Villanueva en Lima es un ejemplo de eso pero lejos de justificar hay que evaluar cómo una selección que hace dos eliminatorias rozó su clasificación a Brasil 2014.
En este plazo de tiempo pasaron cuatro entrenadores: Noel Sanvicente, Rafael Dudamel, José Peseiro y Leo González, ocurriendo las designaciones de “Chita” y el portugués luego de varios meses de espera.
También cayó preso Rafael Esquivel, la figura histórica de poder de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) en el Fifagate por ilimitadas pruebas de corrupción. Lo sustituyó su hombre de confianza, Laureano González; a este, Jesús Berardinelli, y con su muerte, y después de una Junta Normalizadora de FIFA encabezada por Laureano, llegó Jorge Giménez, prometiendo ser sangre nueva y renovación.
Pero los mencionados personajes solo han acentuado una terrible apertura total al chavismo que ha hecho de la FVF una de las organizaciones de las que tiene poder absoluto. En las últimas décadas han borrado casi por completo cualquier inversión privada para la selección, cierran puertas a visiones diferentes y todo sumado a una capacidad de ignorar responsabilidades tan sencillas como encontrar amistosos para que entre tantos cambios de entrenadores se pueda conseguir algún estilo. Eso sin contar un torneo nacional que se sostiene por el talento que sigue emergiendo contra la corriente.
Una de las mejores generaciones de futbolistas venezolanos de la historia se pierde por dirigentes incapaces, de no ser algo más que operadores políticos y que parecen perder por completo el sentido de la vergüenza, dejando expuestos a unos jugadores que quedan como los únicos responsables pero que, al menos, tienen la decencia de disculparse.
Y ustedes, señores directivos… ¿cuándo se disculpan? O mejor aún… ¿cuándo piensan hacerse responsables por el trabajo que, evidentemente, no están haciendo?
