
Era complicado de digerir. Tras consultas en la semana, la famosa semana tranquila de José Peseiro en Brasilia, todos los días se iba confirmando que el DT quería mantener ante Perú un once bastante parecido a ese que enamoró a un país, que se reconectó con ellos.
Perdió de pie con Brasil. Empató con pundonor con Colombia y Ecuador. Eso de la “selección pobrecita”, se diluía con el pasar de los partidos, pues se adquirían más responsabilidades. Sí, fueron 17 bajas, entre lesionados y víctimas del Covid. Pero el argumento de esa selección con cariz de superviviente simpática se desvanecía de la mano de la responsabilidad de clasificar.
“El once es casi igual, un par de cambios”, nos confiaba una fuente. Peseiro prefirió esperar que se recuperaran por tema Covid a Villanueva, Ferraresi, Chancellor, Savarino, Rosales, Otero y Josef Martínez. Lesionado y con algo de chance, volvía Soteldo. Había para escoger, en una semana para trabajar.
Pero no parecían momentos para revoluciones. Hubo una línea defensiva que trabajó bien en la Copa. Quizás, el cambio debía venir más arriba. La incursión de Savarino, se hacía fundamental. ¿Quizás Rosales, por la banda izquierda, otra más? Un par de cambios en el once, podía ser.

Como fue costumbre durante todos los partidos, una baja de última hora: Fernando Aristeguieta dio positivo al Covid-19 en una prueba Conmebol. Una contraprueba privada le dio negativo, pero no valió.
Dificultad tras dificultad. No se niega. A pesar de la eliminación este grupo se va con la cabeza arriba. Pero la derrota con Perú deja un sabor amargo.
Peseiro, contrario a lo que se pensaba, revolucionó el equipo. Seis cambios de once titulares. La defensa, a excepción de Luis Mago, la remodeló totalmente. Savarino entró. Y por “Colorado”, Sergio Córdova, que aún sigue sin mostrarse como nueve.
¿Dónde queda la tropa que se entregó hasta decir basta y que inspiró a un país? Quizás un cambio esperado (y complicado de digerir) era la sustitución de “Brujo” Martínez por Savarino, un extremo derecho brillante y natural. Pero cuesta explicar la ausencia de Luis Adrián Martínez, de “Sema” Velázquez como mariscal de la zaga o un Yohan Cumana que fue de menos a más, por un Ronald Hernández, a perfil cambiado que apenas había jugado unos quince minutos como carrilero izquierdo ante Ecuador.
En momentos de extremo pragmatismo, como el que le tocó asumir a Venezuela y a Peseiro, el equipo debe ser construido desde la defensa y en pro del equilibrio. Primero asegurar el arco en cero y luego, crear el ataque.
Cambiar la zona defensiva no parecía la mejor idea. Ya el grupo “alternativo” empezaba a construir automatismos. Había una semana de trabajos, pero ¿no era mejor solidificar este grupo que demolerlo?
Es posible que Peseiro pensara en trabajar estos nombres pensando en la triple fecha de septiembre. Algo que quizá contradice su discurso de “dignificar la Copa”. ¿Es el partido de clasificación el ideal para ensayos? Posiblemente no. Y más, con una selección que arrastras problemas de defensa aérea en cuanto a balones parados por una marcación por zonas que deja mucho espacio al rival.
El técnico portugués ya había dicho que quienes se estaban recuperando, si querían jugar, debían dejar la piel como los “alternativos”. No ocurrió así. La frustración colectiva va por la eliminación, va por la ausencia de esas “ganas” de los primeros partidos, no haber muerto con la suya. Frustra saber que se estuvo tan cerca. Que, con todo en contra, se podía.
Parami lo que queda es peseiro pa fuera y que Richard Paéz agarre temporalmente la selección por lo que queda de eliminatorias y luego se verá si nos elimina la escogencia de otro entrenador que en realidad sepa y entienda la identidad del futbolista venezolano, y si es extranjero darle libertad para que pueda establecer disciplina dentro del plantel con tomas de decisiones duras pero necesarias