
Aunque la historia ubique al primer Caracas – Táchira en julio de 1985, ese partido no fue el primer ladrillo que cimentó el Clásico del fútbol venezolano, el más joven de toda la región, que apenas cumple 20 años, pero que aglutina todas las cargas emocionales para ser el duelo más esperado del balompié criollo.
En un país históricamente centralista, Caracas representa a la capital, con privilegios desde tiempos inmemoriales contra la provincia, encarnada por Deportivo Táchira. Aparte del tema sociológico, son los dos equipos con más títulos y que en el nuevo siglo han desarrollado esta férrea rivalidad, que camina de la mano con el momento de popularidad del balompié criollo más elevado de la historia.
El duelo que marcó el inicio de una rivalidad encarnizada fue la vuelta de la final de la Copa República Bolivariana de Venezuela, una especie de torneo de transición (ni Copa Venezuela, ni Liga encajan aquí) en la que Caracas había pegado primero al ganar 2-1 en la casa provisional del “Rojo”, el Giuseppe Antonelli.

La vuelta en Pueblo Nuevo, en un estadio a reventar, esperaba que este cuadro, que venía de romper de una forma extraordinaria una sequía de 14 años sin ligas al titularse en la 1999-2000, diera vuelta en Los Andes.
Caracas apenas contaba cuatro ligas de las doce que presume hoy. Su afición era realmente pequeña. Táchira era el más ganador (junto a Portuguesa) con cinco ligas, más un público enorme y trayectoria internacional respetable.
El milagro parecía posible. El argentino Claudio Rivadero, con goles al 11 y al 52 tenían el 2-0 que daba el título. La euforia, de la mano con la excesiva venta de alcohol, encendieron la fiesta. Sin embargo, el Rojo, aguardaba por su primer gran golpe contra su futuro rival.
Ederlei Pereira, rendidor brasileño, empató al 76 y “El Mago” Stalin rivas puso el 2-2 al 89 para firmar el 2-2 que le daría el triunfo al cuadro colorado.
El infierno en la tierra
Tras la diana, Juan García se hincó en el piso para agradecer a Dios por el triunfo rojo. “No sé qué habrán interpretado unos desadaptados que bajaron a agredirnos. ¿Cómo puede ser ofensivo alguien que esté arrodillado? Contó “Juancho” años después.
Al ver esto, Alexander “Pequeño” Rondón cuenta que “salí a defender a mi compañero”. Inmortalizada quedó una toma en la que le conecta una clara patada a un revoltoso y encendió la ira: masas bajando, buscando caos.

La policía, pudo introducir a los jugadores en el vestuario. Pero, no salvaron al autobús ni las pertenencias del equipo rojo. El transporte fue conducido hasta el campo de juego y fue incendiado.
La imagen del bus en llamas dio la vuelta al mundo. El fútbol venezolano por fin aparecía en noticieros internacionales. Javier Useche era por esos días el vocero del Gobierno del Táchira y declaraciones para La Nación atribuyó el desastre al “exceso y descontrol tanto en la venta, como en el ingreso de especies alcohólicas”.
“Bajó la tribuna. Tiraron el alambrado. Nosotros, festejando, nos fuimos a correr. Parecía una guerra”, recordó el fallecido Carlos Horacio Moreno, en una entrevista con Humberto Perozo. “.Yo tenía una pizarra magnética que la hicieron para un curso al que asistí en Río de Janeiro, era única. Cuando abro la ventana veo a un chamo corriendo con la pizarra. Hijo de… Cómo la había conseguido… Alguien, luego llevó el autobús al costado y le tiraron una bomba molotov. Puff, listo. Quedó sellado eso”.
Cosas del fútbol: los dos jugadores que protagonizaron el hecho, jugaron luego para Deportivo Táchira. De hecho, “Pequeño” Rondón fue protagonista en la mejor Copa Libertadores del aurinegro, en 2004.
Nace una rivalidad
Después de uno de los episodios más bochornosos en la historia del fútbol criollo, los cauces fueron dándose para alimentar una férrea enemistad, que contó con este episodio como parte del folclore, de los cánticos de los andinos.
Caracas, en ese mismo tramo, 2000-2001, se alzó con el Torneo Nacional 2001 y en menos años, tenía la misma cantidad de ligas que Táchira.
En Los Andes, que desde los años 70 cobijan el balompié venezolano con mucha pasión, veían como poco a poco se levantaba una afición en la capital que no pertenecía al animado fútbol de colonias.
Deportivo Italia y Marítimo, los últimos exponentes de esta raza, se debilitaron. Marítimo desapareció e Italia mutó a Italchacao, entre otras metamorfosis en su historia. Caracas reclamaba un equipo que les identificara como caraqueños y no como parte de un grupo migrante.
El “Boom Vinotinto” de Richard Páez, ayudó mucho a que la zona central del país se acercara más a su selección y con lógica consecuencia, a los clubes criollos.
Esto, aunado al potente crecimiento del Caracas FC, que pasó de ser un equipo que fichaba a lo mejor, a sembrar en su cantera, haciendo una mixtura imbatible. Entre 2001 y 2010, Caracas ganó siete estrellas y se había convertido, por largo, en el cuadro más ganador del país.
Con los ojos de los venezolanos en la Vinotinto, se veía como cada vez más jugadores de Caracas integraban la misma y eso animó mucho a los caraqueños a acercarse a su equipo. Amén de las actuaciones de las Copas Libertadores de 2007 y 2009, que terminaron de enamorar a un público muy reacio con el balompié local.
Toda esta fuerza le permitió al “Rojo”, pararse al frente de Táchira, que nunca perdió su enorme afición y siguió abonando títulos en 2008, 2011 y más recientemente en 2015. Pocos años antes y durante ese tramo, los aurinegros veían como sus rivales históricos cómo Estudiantes de Mérida (su primer gran rival), Portuguesa o el mismo Marítimo, que regaló duelos inolvidables, se diluían.
Las fuerzas tendían a equilibrarse: masa social, títulos, historias internacionales, partidos inolvidables… en el siglo XXI buena parte de los títulos se resolvieron entre aurinegros y colorados.
Finales, definiciones, burlas y en la era actual, memes, montajes… el Clásico, por más joven que sea, es el Clásico nacional y nació apenas 20 años, con un autobús quemado y un título para el visitante. Este, es un fútbol joven, que ha empezado a escribir la mayor parte de sus hazañas en el Siglo XXI, y en esa construcción de la identidad propia, entra el Caracas-Táchira. En un fútbol endeble, con equipos que aparecen y desaparecen, queda desearle larga vida a esta rivalidad.