jueves, abril 25, 2024
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El nuevo reto de José Peseiro

José Peseiro - Foto Carlo Dragone
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No existe en el fútbol un ecosistema con menor estabilidad que el de las selecciones nacionales. Lo que antes representaba la gran tajada del negocio de este deporte hoy compite, en inferioridad de condiciones, con el fútbol de clubes. La Ley Bosman modificó el panorama, tanto como la entrada de capitales de dudosa procedencia. Se vive en una modernidad en la que, aunque le duela a los nostálgicos, el juego se juega en los equipos; las innovaciones no son expuestas cada cuatro años sino temporada tras temporada.

Esto lo conocen bien los entrenadores y por ello, salvo contadas excepciones, los más renombrados preparadores prefieren el día a día por encima de la intermitencia propia de los equipos nacionales. Dirigir a una selección es aceptar que la cruel y desleal convivencia con la incertidumbre es aún más injusta que en el fútbol de clubes. Esto afecta, naturalmente, a José Peseiro en su tránsito por la selección venezolana de fútbol. 

La construcción de una identidad colectiva en el fútbol no responde a parámetros preestablecidos; no hay un manual de instrucciones que guíe al seleccionador. Aunque muchas veces cueste aceptarlo, la realidad nos demuestra que cada proceso tiene características propias que lo definen como algo único, irreproducible y específico. Lo que funciona en un equipo, en un determinado momento, probablemente no será útil o suficiente en otro tiempo, en otro entorno y con diferentes futbolistas.

La Copa América representaba la gran oportunidad para que Peseiro pudiese al fin ejercer de entrenador de fútbol, pero ya se sabe que esto, al menos desde la planificación inicial, no será así.

Entrenar, mucho más que las conocidas exigencias físicas del propio acto, es sinónimo de dialogar. Es un proceso en el que lejos de forzar un criterio, el preparador debe estar atento a todo lo que nace de cada sesión para que la idea, su idea, no se quede en un simple capricho. Entrenar no es imponer. No lo debe hacer el director técnico y tampoco los futbolistas. Ensayar es una negociación entre lo soñado y lo posible que se aguanta por medio de una muy fina soga: si aparecen los caprichos, la coerción o la intransigencia el fracaso, tarde o temprano, se convertirá en realidad.

Sin embargo, la vida, que no es poca cosa, se encargó de hacer trizas esa aspiración y todo aquello que deseaba hacer el entrenador con los integrantes de su columna vertebral futbolística cayó en el saco de las ilusiones rotas.

El once de Venezuela ante Brasil por la Copa América
El once de Venezuela ante Brasil por la Copa América – Foto FVF

El confuso episodio que derivó en el contagio masivo de futbolistas criollos con COVID-19, sumado a las lesiones, borraron a carajazos el plan. Hoy el público, hinchas y espectadores, convive con dudas que no son poca cosa: ¿cuánto pesó la insensatez que reinó alrededor del duelo frente a Uruguay? ¿No deben asumir responsabilidades la Federación Venezolana de Fútbol, los futbolistas y el propio entrenador? ¿Todo aquello que muestran las imágenes no constituyen de por sí un riesgo a la salud pública?

Dicen que el tiempo pone las cosas en su lugar; quién escribe duda y descree de ello dado que, hasta el sol de hoy, el fútbol venezolano ha hecho un arte aquello de esconder el polvo bajo la alfombra.

Volviendo a lo futbolístico, debe explicarse cómo las bajas han dinamitado la construcción de una cultura colectiva.

Los equipos de fútbol son mucho más que la simple reunión de jugadores o el esquema táctico que se ve en las planillas. La identidad de la que se habla y poco se profundiza es el conjunto de rasgos que definen a un equipo. Esta personalidad se sustenta en aspectos básicos: qué hace un equipo cuando dispone de la pelota; cómo se comporta tras perderla; de qué manera intenta recuperarla; en dónde se reorganiza para defender –que no es lo mismo que interrumpir- y quienes son los futbolistas que mejor se relacionan entre ellos y potencian todo esto que es pertinente a un interés general, a la globalidad.

José Peseiro - Foto Carlo Dragone
José Peseiro – Foto Carlo Dragone

La Copa suponía el espacio perfecto para profundizar en estos detalles que definen a un equipo. Entrenando y compitiendo, porque no hay mejor banco de pruebas que la competencia. Es imprescindible recordar que el proceso de aprendizaje no está exclusivamente en los momentos de alta tensión, como los partidos o los entrenamientos, sino que encuentra en la pausa, en el descanso, un aliado. Si la música “es el espacio que existe entre las notas” (Claude Debussy), el fútbol es mucho de lo que se observa tras jugarse. Las conclusiones, las correcciones y las nuevas ideas tienen su origen en el evento futbolístico, sea el partido o el entrenamiento, pero necesitan de la pausa y el silencio para crecer o morir.

La actualidad de la selección venezolana es otra tras las bajas previas al torneo continental. También han cambiado los objetivos. La inquietud actual le ofrece a Peseiro viajar hacia nuevas latitudes, como, por ejemplo, descubrir la valía de futbolistas que, sin entrenamientos y con los temores naturales de los tiempos que vivimos, se integraron al grupo para competir, dejando algunos detalles de cierta riqueza que se sumaron al legítimamente admirado pundonor con el que salieron a la cancha.

Fernando Aristeguieta fungió como capitán de la Vinotinto
Fernando Aristeguieta fungió como capitán de la Vinotinto – Foto FVF

Puede que ahí esté la gran oportunidad que obsequie el torneo continental a la selección criolla. Escribo esto en potencial porque el fútbol también nos ha enseñado que en él se produce un fenómeno que muchas veces, no todas, estorba: el conflicto entre lo que las circunstancias permiten hacer y lo que los analistas asumimos posible; las dinámicas de los equipos de fútbol son difíciles de identificar, aún para quienes pertenecen a ellos, y nosotros hemos contribuido en el crecimiento de la frivolidad con la que se observa “el juego de juegos” (Seirul.lo dixit).

Peseiro, aunque suene trillado, está ante una gran oportunidad: transformar la crisis en terreno fértil para el crecimiento de nuevas soluciones. De él depende, sólo de él.

P.S.: Ahora que la Federación Venezolana tiene nuevos inquilinos cuyos espíritus les sugieren tomar medidas grandilocuentes, algunas de ellas propias del delirio, vendría bien que pongan su atención en los pequeños detalles y callar a las voces que claman por la vuelta de un pasado gris y sospechoso. Sería más rentable que Peseiro pase una larga temporada en Venezuela, descubriendo las particularidades de su fútbol y sus futbolistas, antes que dinamitar todo sólo por satisfacer las urgencias de algunos.

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