
Caracas inicia la segunda vuelta del calendario por debajo de la mitad de la tabla de clasificación. Eliminado de Copa Libertadores y sin posibilidad de continuar en Sudamericana, la temporada del rojo está lejos de lo que se espera del último finalista de campeonato y equipo más ganador de Venezuela. No hay que ser un erudito para notarlo.
Muchas veces se entiende que los resultados no acompañan al juego, pero en Caracas el caso no es tal: ya van 22 partidos oficiales en 2022, tiempo y rodaje suficiente para probar, fallar, probar de nuevo, corregir y echar a andar el carro. Sin embargo, lo que preocupa es que el equipo no termina de andar y de seguir el paso, corre el serio peligro de quedar fuera del G-4, la zona alta de la tabla que permite disputar el título y distribuirse los cupos a la Libertadores.

Muchos achacan la situación actual a la no continuidad de Noel Sanvicente en el banquillo del rojo. Aquí hay que hacer un punto aparte: es lógico entender que la directiva preló la sostenibilidad financiera del equipo a cumplir con las exigencias económicas demandadas por el técnico bolivarense. La directiva mantuvo la filosofía del rojo de no comprometer recursos que no hay y lo financiero terminó siendo más importante que lo deportivo y competitivo.
Francesco Stifano ya tenía un antecedente positivo relevando a Sanvicente en Zamora. No se discute la elección del técnico caraqueño, era una apuesta racional. Incluso, el equipo pudo reforzarse y darle una profundidad necesaria al plantel: llegaron jugadores de jerarquía como Carlos Suárez, Rubert Quijada y Alain Baroja, una apuesta en ofensiva como Albert Zambrano, que venía de tener una buena campaña en Monagas, mismo caso que Vicente Rodríguez y Daniel Rivillo, solvente lateral conocido por Stifano de su paso por Zulia. El ecuatoriano Denilson Ovando sería el complemento de un grupo que perdía a Richard Celis y Leo Flores como únicas bajas sensibles, pero que recuperaba a la joya de la cantera, Saúl Guarirapa, un “alta” esperada, al igual que Ade Oguns, ambos recuperados de largas lesiones. Es decir, la plantilla hoy es más profunda que el año pasado.
Sin embargo, de los llegados, solo Baroja, Rivillo y Quijada, futbolistas de función defensiva, sobresalen. El resto no ha terminado de carburar y quizá sea por la propuesta futbolística que Stifano quiere mostrar. Al principio de campeonato, las cifras de posesión del balón eran alarmantemente negativas. Un equipo protagonista como Caracas rechazaba el protagonismo y jugaba al contrataque, con un killer como Akinyoola alejado del arco. Ni la vuelta de Bonsu tras su mes de suspensión cambió la dinámica y el equipo en ningún momento brinda sensaciones de superioridad en juego y ocasiones que sus rivales.

Las pruebas de funcionamiento que adelantó Stifano, no han terminado de cuajar. Primero se intentó con dos puntas (Guarirapa + Akinyoola) y no resultó. Arrimó a Guarirapa, un hombre de área, al extremo izquierdo y lo dejó ahí. Ha preferido un 4-2-3-1 en el que aún no se termina de encontrar ese enganche de garantía para alimentar de pelotas a un Akinyoola que sigue deambulando solo en ataque tratando de resolver las que tiene él solo.
Stifano tiene en su defensa que muchas circunstancias le han acuciado en este torneo: la larga sanción de Bonsu, la Libertadores Sub 20, la lesión de Edson Castillo, la convocatoria del Maurice Revello. Ha sido harto difícil disponer del grupo al pleno, pero cuando lo ha tenido, tampoco es que haya variado mucho la cosa. El juego no termina de ser determinante y mientras más pasan los partidos, más espeso se nota.
Es un torneo largo, sí, y una reacción en racha, una ráfaga de resultados positivos te permite colocarte en puestos de vanguardia, pero lo que preocupa es que pasan los partidos y la zona del G-4 se va alejando, en vez de verse más cerca y para más inri, el juego no ayuda: no se ve a un Caracas capaz de cambiar el panorama en lo inmediato.
Creo en las capacidades de Francesco Stifano para tirar del carro y reaccionar, más allá que no quiera asumir que el equipo sigue en deuda en todos los sentidos. No es convencerse de que el trabajo terminará dando sus frutos porque llevamos ya 16 fechas y no hay atisbos de levantar. Es impregnar cambios inmediatos que levanten inmediatamente el nivel de juego de un grupo que luce desorientado. Nadie discute el compromiso de todos y cada uno de los que componen el plantel de Caracas, pero hace falta un cambio inmediato de actitud.

La ventana de fichajes está abierta y el equipo ya salió de dos jugadores que no contaban como Rosmel Villanueva y Junior Moreno. Sin embargo, más allá que el equipo se haya reforzado lo suficiente en enero, y en el empeño de Stifano de jugar con un solo punta y un enganche, es notorio que urge la llegada de un extremo izquierdo y un enganche, futbolistas que puedan romper la monotonía y no hacer tan predecible la construcción de juego ofensivo de Caracas. Sí, es cierto: en el rojo apuestan por Sulbarán, Ortega o Torres para convertirse en los enganches de futuro, pero el presente desespera y demanda jugadores de jerarquía que puedan cambiar la espesa dinámica actual.
Hay material bueno en Caracas, nadie lo discute. ¿O acaso los actuales titulares no lo serían en cualquier otro equipo grande del país? Sin embargo, no está siendo suficiente para despabilarse. Urgen cambios.