
Estudiantes de Mérida llega con orgullo a sus primeros 50 años. Medio siglo, de alegrías, rabias, tristezas. Miedos, angustias y mucha esperanza. Como el ser humano, lleno de sentimientos.
Cinco décadas de ser el embajador nacional e internacional de la simpática Mérida. De ser decanos de estilo, de buen trato a la pelota, tan bueno como el que recibe el visitante cuando llega enganchado por los encantos de la ciudad.
No ha sido fácil vivir y sobrevivir en este medio siglo. Más, en un ecosistema tan voraz como el fútbol venezolano ¿Cuántos gloriosos equipos se ha engullido este balompié, en toda la geografía nacional?
Cosas de la vida, recién hablaba con algunos colegas del vecindario Conmebol y comentaba que Estudiantes llegaba a 50 años. Algo muy meritorio para nuestro fútbol. Y si bien, alguno se emocionó recordando algún partido de antaño, no se evitaron comparaciones con otros clubes de la región.
Que si aquel va para 120 años, el otro tiene 115 y aquel tiene 103. Muchos pasan del siglo en esta parcela del planeta. Y eso evidencia, que el nuestro es un balompié muy joven, que aún va construyendo su identidad.
¡Eternamente gracias!
En nuestro5⃣0⃣ aniversario recordamos con orgullo a uno de los padres de Estudiantes de Mérida, a nuestro Guillermo Soto Rosa.
Este 4 de abril honramos tu memoria y mantenemos vigente tu legado.#MedioSigloRojiblanco🔴⚪️ pic.twitter.com/PYDReLMYJ3
— Estudiantes de Mérida 50 aniversario Oficial (@EstudiantesMEFC) April 4, 2021
Y en eso, en feligresías como la de Estudiantes de Mérida, van varios pasos adelantados. Pero en la ecuación, dejamos de contar algunos factores que hacen que, aunque te caiga mal el “Académico”, te dé, aunque sea una pequeña alegría, que haya cumplido 50 años tal y como es.
Primero, la liga profesional de Venezuela, empezó muy tarde, en 1957, cuando en el resto del continente (exceptuemos el Brasileirao, que lleva otra explicación) ya se rodaba el fútbol organizado. Arrancó en Caracas, con el tema que era un fútbol mayoritariamente de colonias, representando pasiones de otras tierras adaptadas al trópico, posiblemente justificadas por la ausencia de los partidos vía satélite de las ligas europeas.
Como prueba, más allá de su fundación amateur en los 60, recién en los 80-90 aparece un club que lleva el nombre de la ciudad: Caracas FC. Que bien pudo haber sido Deportivo Caracas o Atlético Caracas. Pero, los equipos de la capital fueron (salvo honrosas excepciones, como Universidad Central de Venezuela) evocaciones al exterior.
Cuando empezaron a entrar los equipos del interior del país, llegaban con nombre propio: “Hola, soy Lara FC y vengo de… ¡Lara!”. Y fueron llegando Estudiantes de Mérida, Portuguesa, los de Táchira, más adelante los de Oriente, Zulia…
Hasta acá, el repaso histórico va bien. Pero, en las décadas por venir está atravesar el mar de dificultades más complicado de este fútbol: la sustentabilidad y la trascendencia.

Por eso, es mérito enorme de Estudiantes llegar, insistimos, a este medio siglo de vida, tal como es. Sin mutaciones, sin desapariciones, con su rojo de sangre ardiente y su blanco que se abraza con la sosegada nieve. Sufriendo, y riendo de vez en cuando. Aparte, aportando jugadores al escenario nacional y ufanándose de mantener un estilo de juego propio de la región.
En el camino quedaron multipremiados como Marítimo, Deportivo Italia, Minerven… más reciente Unión Atlético Maracaibo. La carrera por sobrevivir y mantenerse en el tiempo no es fácil.
Y vaya que le ha tocado luchar a Estudiantes. Hoy, son fotos felices, recuerdos de estrellas ganadas algo lejanas en el tiempo; pero la tradición del abuelo que llevó al padre, y hoy, ese padre lleva a sus hijos está intacta. La foto nostálgica del que se gana la vida en otras fronteras y que añoraría estar arropado por las siempre verdes montañas de Mérida mientras aprieta los dientes para enrumbar la suerte de su equipo rojo y blanco. Las fotos en blanco y negro de los primeros héroes saldrán digitales y tendrán muchas vistas.
Pero Estudiantes, en lo deportivo, le tocó mirar al diablo de frente al descender. Y en el pasado reciente, asumir líos administrativos terribles, ser objeto de uso político y angustiar a su feligresía con temas que eran totalmente ajenos al deporte.
Y todo lo vivido, es una muestra de una fidelidad inquebrantable a través de los tiempos. Cada año, con fe renovada, la gente rojiblanca va con ilusión ciega a ver a su equipo, a buscar una estrella, esquiva desde 1985. A ver los nuevos talentos locales. A aplaudir a los consagrados. Es un ritual, cíclico y hermoso, que ha girado y rodado hasta cumplir el número redondo de cincuenta años. Y ahí está, verde, fresco como sus montañas. Viendo al futuro.

Por eso, aunque sea virtual por el maldito virus (que se ha vuelto implacable en el país) el merideño festeja y se siente orgulloso. Hay una directiva que ha saneado al club y que le ha hecho competitivo, que le ha devuelto al concierto internacional. Que ha hecho que las nuevas generaciones sientan aquello de una noche copera, de la que tanto hablaban padres y abuelos.
Hoy, 4 de abril, día en que se conmemora que un grupo de merideños se reunió y constituyó legalmente este equipo, hay que celebrar. Capaz, el 12 de octubre, día del primer juego (y que por años se tomó también como un aniversario) las cosas están mejor y podrán fundirse en un gran abrazo las mareas rojiblancas.
Celebra Académico, que 50 años no son nada. Que ahora es que te quedan aventuras por delante.