
Después de la cantada eliminación de Venezuela en esta eliminatoria, cuando me consultan colegas internacionales, generalmente antes de los partidos contra sus selecciones, una pregunta obligada es por qué esta Venezuela dejó de ser aspirante al Mundial tan temprano si tiene jugadores brillando en distintas partes.
La respuesta, para ilustrar rápido es sencilla: Por temas de inestabilidad federativa se pierde una camada que prometía ser maravillosa, pues a jugadores consagrados en Europa, como Salomón Rondón, Roberto Rosales (en su momento) y Tomás Rincón, se le unirían jugadores de aquella selección sub-20 sub campeona del mundo.

Una generación que ya entra en sus años buenos (22-23 años) y que han podido militar en ligas importantes del mundo, mantenerse a buen nivel en gran parte de ellos y que es hora de que sean quienes tiren del carro. En nuestro imaginario (parece que la mente se queda atascada en momentos felices), son unos jovencitos. Pero en realidad, los chamos han dejado de ser chamos.
Los más destacados, los Soteldo, Fariñez, Peñaranda y Herrera no tuvieron ingreso traumático con la selección. Retrocedamos el cassette a 2017: Incluso antes de jugar el Mundial de Corea, ya tenían su debut con la absoluta, así que tienen recorrido. Sus pares, se irían integrando de a poco a la absoluta.
Pero es una generación que tiene mucha simpatía nacional y que, es muy unida entre ella. Un testigo de los entrenamientos, nos confío que la energía de tener 10 jugadores mundialistas en Caracas transmitía otra cosa.
Hacia adelante, sin miedo
Ni el padre de la criatura, Rafael Dudamel, se atrevió a alinear hasta seis subcampeones como titulares en Eliminatorias ni en Copa América. Recién en partidos de 2017, con la gesta fresquita, alineó a cuatro, que es una buena cifra para una transición. Recordemos que no se puede borrar de golpe un plantel.
José Peseiro tampoco tuvo a seis subcampeones juntos, de hecho, en algunos partidos se limitaba a dos de esta camada. Ni siquiera en la Copa América de este año, que tuvo 18 bajas entre lesiones y Covid.

Leo González vio que hicieron buen grupo en Caracas y encajaron en su idea. Algunos, sin discusión como Graterol, Ferraresi o Soteldo. Un habitual con intermitencia como Córdova y otros con cierta incertidumbre, como Josua Mejía. Y un caso que clama redención: Adalberto Peñaranda.
El trujillano los alineó nada más y nada menos que contra Brasil, en una versión arrasadora que ha ganado todos sus partidos de pre-mundial y que antes de Caracas, tenía seis juegos sin recibir goles.
El planteamiento fue ofensivo, hasta temerario. Pero en el primer tiempo tuvo su fruto: ganar, aunque sea medio partido.
Tono paternal
Si alguien tuvo mucho que ver en el inicio de una carrera que parecía prometedora, era Leo González con un Peñaranda que hacía magia en Deportivo La Guaira, desde muy chamo. González lo conoce bien y sabe cómo llegarle. Cuando “explotó” tras el Mundial, decisiones personales, mala conducta y un buen etcétera no le hicieron llegar al futbolista que debía ser.
Fue tanto la muestra de confianza con Peñaranda, que como extremo izquierdo hay tres nombres muy sólidos por delante de él: Darwin Machís y Yefferson Soteldo. González prefirió sacarlos de su zona de confort, para darle confianza al de El Vigía.
En parte, la permuta tenía sentido. Si algo se le reclama a Soteldo, es que a veces colabora poco con la defensa. González lo ubicó como enganche, por el centro. Tenía de guardaespaldas a un “Brujo” Martínez que se multiplicaba, así que se dedicaría solo a atacar.

Darwin por la derecha también suele rendir. Y Peñaranda se vio bastante bien: jugó por banda, permutó de forma correcta con Soteldo y ocupó varias veces el carril interior, tanto derecho como izquierdo. Se le vio colaborador con la defensa. El papel fue bueno e invita a pensar que ha sabido aprovechar el salvavidas que le han mandado a su carrera.
En la defensa, Ronald Hernández va interpretando cada vez mejor su rol de lateral derecho. Ferraresi crece cada partido y Mejía necesita engranar un poco, pero se ve que puede llegar a un buen nivel.
Con estas ideas transcurrió un inolvidable primer tiempo para Venezuela, que sometió a Brasil 1-0. En el complemento, las bases se debilitaron ante el vertiginoso ataque de los dirigidos por Tite y la ilusión se desvaneció.
Queda una buena sensación de que esta generación, ya madura, sea la que tire del carro para 2026. Pero también la desazón golpea cuando vas a los hechos: últimos en la tabla, diez partidos consecutivos sin ganar y el técnico que se atrevió a lo contado, tiene el cartel colgado de “interino”.