
En Venezuela nos hemos acostumbrado a que todo sea difícil. De pasar a ser un país boyante, en el que el combustible era prácticamente regalado, en el que prácticamente todo era accesible, al territorio de lo no posible.
En el fútbol venezolano las cosas no son diferentes. Hoy convertimos en rarezas lo que suele ser normal en el ámbito balompédico. Ha sido costumbre normalizar lo malo y elevarlo sobre quien hace las cosas bien, que toda noticia positiva o es extraña o nos encargamos de conseguirle el desperfecto, la caída, lo negativo.
Desde hace más de un año, el diputado Fidel Madroñero encabeza una cruzada por recuperar el estadio “Pachencho” Romero de Maracaibo. Duele que las dependencias gubernamentales a las cuales dependa la estructuras hayan dejado que el mítico escenario de la final de la Copa América de 2007 se sumiera, por enésima vez, en el más completo abandono, pero que una persona se haya preocupado por hacer el esfuerzo de recuperarlo, es reconocible, más allá de las experiencias negativas que existan, sobre todo en el Zulia, de proyectos personalistas.
Hoy el “Pachencho” recobra su resplandor. Vuelve a ser un escenario digno para una ciudad futbolera como Maracaibo. Y renace en medio de la muerte de un proyecto que poco a poco había calado en el hincha marabino, cómo Zulia FC, otro equipo que se hundió en la crisis financiera y que cedió su paso al nuevo proyecto llamado Rayo Zuliano.
En ese andar, el ruego es porque el estadio pueda conservarse en el tiempo. Que su mantenimiento parta de su propia sustentabilidad. Es el mayor ruego que se puede hacer, pero nada debe opacar que hoy el “Pachencho” vuelva a estar operativo. Ha sido una inversión económica realmente importante la que se ha hecho como para dejar que la desidia vuelva a hacer de las suyas.
Ahora, brindar el beneficio de la duda a que esta sea la oportunidad para darle sostenibilidad a estos proyectos. Que la personalización de paso a la institucionalidad y el aficionado no sea burlado con sus sentimientos. Hay mucho por hacer y se debe reconocer el esfuerzo del que hace. En una época tan difícil, eso es loable.